lunes, 27 de febrero de 2012

ESPE(NDE)JISMOS.

Hay chivos sin cabeza merodeando por ahí, los veo en todos lados: subiendo el cerro diciéndonos que eso le gusta a la comadre, bajando el cerro tomando fotos para guardarlas quién sabe dónde o por qué.
Hay chivos sin cabeza al salir del trabajo, esperándonos en la misma escalera, en el mismo lugar; llevándonos de repente al cine sin pensarlo dos veces, e invitándonos a salir a mitad de la función.
Hay chivos sin cabeza que nos escriben de vez en cuando y de cuando en vez para saber cómo estamos, qué estamos haciendo, pero nunca para invitarnos a salir.
Hay chivos sin cabeza que nos llaman en nuestro cumpleaños, que nos llevan nuestra casa porque se hizo tarde, que nos envuelven en un abrazo, que nos acompañan a la práctica, que nos toman de la mano por accidente, que nos besan desmedidamente como si no existiese el mañana. Nos hablan al oído, nos invitan a tomar algo, nos piden acompañarnos a hacer las diligencias. Nos miran directo a los ojos, como buscando entre ellos, mientras nos afirman que son los más bonitos que han visto y nos toman por la cintura, acarician nuestra espalda y llegan hasta el cuello, marcando la distancia que existe desde ahí hasta nuestros labios sólo con besos...
Hay chivos sin cabeza que nos encontramos un día, de casualidad y a veces premeditadamente, en el metro y nos besan delante de todos esos desconocidos.
Hay chivos sin cabezas que dejamos sentados en una plaza, dos bancos más allá de donde los conocimos y donde estamos seguras que siguen esperando.
Sí, hay muchos chivos sin cabeza rondando por ahí o tal vez sean puros espejismos de tiempos que pasaron y no volverán, aunque hayas regresado...