lunes, 21 de abril de 2014

Pensamientos aleatorios (deben ser los IV)

Advertencia: La señorita hará alarde de su lenguaje de camionera. Se sugiere discreción por parte del lector.

(Largo suspiro)... Tengo un mal yuyu, me dio hace una semana, cuando el impresentable ese me asomó por encimita que debo trabajar con él. O por lo menos rendirle cuentas.
Es la misma sensación de hace tres años, empieza con un nudo en la garganta, de esos cuando sientes impotencia y rabia y quieres gritar, pero ahogas el grito y se forma como una presión entre la boca del estómago y el tórax, todo por salvar las jodidas apariencias.

Me da rabia que cada vez que me quiero pasar las jodidas apariencias por el forro, suenan en mis oídos las palabras que más odio escuchar de mi padre: "Hay que ser político, así nos estemos muriendo de ganas de matar a la otra persona... La política... la política...(en eco)".

(Otro largo suspiro)... Hace un año, mientras taconeaba de un extremo a otro de esta ciudad, cargando una carpeta inmamable, sudando y con hambre, pedía con todas mis fuerzas al Dios de los Borrachos- el que siempre ayuda- que en mi próximo trabajo estuviera todo el día sentada en una oficina con airecito acondicionado, engordando, ganando bien y sin matarme mucho. Lo conseguí. Y APESTA A MIERDA.

No hago nada- literalmente-. Estoy, como diría una buena amiga "Aburrida como una nutria en un lago desolado". Sé que no debería quejarme porque esto lo había deseado desde hace mucho y que debería aprovechar el tiempo en otra cosa- como publicar más entradas, por ejemplo- pero es que me siento TAN INÚTIL, ¡COÑO! He leído libros, visto colecciones de ropa, visto fotos, reído con OhDios, ordenado el archivo, limpiado mi oficina, hablado paja con los colegas, en lo que juro, corren por lo menos cuatro horas y nada. ¡NADA! Sigo tan aburrida como siempre. Busco trabajo, le digo a mi jefa que la puedo ayudar en lo que sea y salgo de su oficina con un "Ay es que ahorita no tengo nada", mientras se queja de que está full.

(Un último suspiro que recoge los dos anteriores)... Y para colmo estás tú. Sí, TÚ, grandísima pendeja (hey, que esto es conmigo lector, tú puedes seguir leyendo, si es que no te ha aburrido lo suficiente una carajita inconforme cagándose en su trabajo). ¡Si es que soy tonta! Con todas sus letras y todos sus significados. No sé porqué sigo empeñada en hablar con un carajo que pasa olímpicamente de mi, y si no lo hace pues no sé a qué coño está jugando.

No soporto la sonrisa imbécil que se me dibuja en la cara cada vez que me escribes- porque hay que reconocerlo, tropecé con la piedra una vez, pero no dos ni tres, más bien le puse una cuerda a la piedra, cual si fuera un perro y si ella me quiere tropezar en el camino, ni modo, pero yo no te escribo-. No soporto al corazón imbécil y con Alzheimer, que sigue dando esos saltos pajuos caundo me escribes; ni a las mariquitas mariposas; ni a la niña que se ilusiona con el "Nos vemos pronto".

¿Pronto cuándo? Nojodas, que todo mi ser pide a gritos que el pronto sea YA. AQUÍ Y AHORA. Que cuando me dices "Nos vemos pronto", es que es "Baja, que estoy acá". Que ya no aguanto estas ganas locas de saber mi reacción al verte. De sentir que eres verdad y no una jodida ventana del chat, un mensajito en el cel, un sueño o un artificio producto de mi soledad.

Me he repetido tantas veces que no eres tú el hombre, que cuando estoy a punto de creerlo, me vienes tú con tu "Nos vemos pronto". Y renace la esperanza. Se renuevan las ilusiones. Y sonrío de nuevo. Y vuelvo a soñar. Y vuelvo a vivir...

Creo que me siento un poco mejor. Perdóname, amigo lector. Este debería ser un espacio divertido con el que puedas sonreir en tus horas aburridas de trabajo, habíamos empezado a seguir esa línea de las historias de esta pobre pendeja contadas con ocurrencia. Lo siento. A cambio de tu fidelidad te contaré algo divertido:

Un día, AB me acompañó al Ávila. Íbamos también con un gran amigo, que es muy gordo y al que le costaba mucho subir. Llegué de primera. A los 20 minutos llegó mi amigo, pensando que había quedado de último. Y esperamos y esperamos a AB que no llegaba. A la media hora, mi amigo se preocupa y empieza a buscar a AB "Capaz le dio algo"- me dijo. Pasados 10 minutos regresaron. "Qué te pasó?"- le pregunté. "(mirada cómplice) Nada". Al llegar a casa, AB me contó lo que ocurrió:
- Iba subiendo inspiradísimo, cuando de pronto sentí un llamado.
-¿Qué llamado?
-Bueno, ya sabes, el de los 30 segundos.
-¿El qué?
-Coño chica, ganas de cagar. Sentí el llamado y sabes que después de eso uno tiene 30 segundos para correr al baño, sino te haces en los pantalones. Me metí en un monte por ahí y bueno...
-Jajajajaj... ya va... pero, ¿con qué te limpiaste?.
Ahí mismo me di cuenta de que no llevaba medias.
Fin.

lunes, 14 de abril de 2014

Días de sol y playa.

-Vamos a la playa.
 
Salí corriendo a ponerme el traje de baño, agarrar la toalla, el protector solar, las cholitas, los lentes de sol, el sombrero y lanzarme un vestidito encima, de esos que se quitan y se ponen rapidito y con mucho vuelo en la falda. Me viniste a buscar a mi casa, bajé de inmediato para que no esperaras tanto, se me olvidó por completo eso de que "lo bueno se hace esperar". Me monté en el carro, temblando por los nervios, pero ahí estabas tú con tu sonrisa y tu barba perfecta, invitándome a dejarlos atrás y disfrutar del maravilloso día que nos espera. Me hablaste de ti, te hablé mucho de mi, y así nos devoramos los kilómetros del camino.
Derecho. Cruce a la izquierda. Por esta vía. Faltan unos metros apenas. Ya casi. Estamos aquí.
¡Oh, que perfecta está! Ahí, con poca gente, con mucha brisa, poco oleaje, mucho sol.  La arena tiene la temperatura ideal y el sol está en ese puntito en el que no quema pero da calor. La brisa, que acaricia mi pelo y hace llegar a ti mi aroma, y que suavemente levanta la falda de mi vestido, como para promocionar mis curvas, como para quitarme la timidez. El sol, que no es penoso, y te ilumina todas las pecas. Qué rica está el agua y la espumita que me roza las mejillas, es tan osada que te cubre completamente mientras te sumerjes.¡Qué a gustito se siente, tú y yo, juntos en la playa!
Sí, estoy bien así. No, no había venido antes, supongo que lo tacharé de mi lista de "Cosas por hacer antes de morir". Jajajaja, eres tan chistoso. Gracias, me lo dicen todo el tiempo. No, no tengo, ¿y tú?. Sí, es verdad, qué pecado estar ambos solteros.
Nos vimos. Reimos. Nos vimos. Comimos. Nos vimos. Bebimos. Nos vimos. Reimos. Nos vimos. Mimos.  Nos vimos.
Es tiempo de partir. Unos metros apenas. De regreso por esta vía. Cruce a la derecha. Derecho.
Sí, yo también la pasé genial. Descuida, no tienes que disculparte, eso ya pasó. Bueno, gracias de todas formas, lo necesitaba. Yo también te he extrañado...

-Oye, que cuando regrese cuadramos y vemos si un día de estos vamos a la playa. Yo te estoy escribiendo.Un beso, cuídate.

Ah, que no era una invitación per se. ¿Y qué fue lo que yo leí?

miércoles, 9 de abril de 2014

¡"Quiero a mi maaamaaaá"!

En enero de cada año, cerca de Maracay, se realiza una caminata en honor a San Sebastián, cuyo recorrido, de 42 kilómetros, inicia desde el sector llamado El Limón y finaliza en el pueblo de Ocumare de la Costa.

Lo que sigue, es el cuento de mi experiencia al haber realizado la caminata. Aviso al lector: Esto va a ser largo.

Ese día nos levantamos a eso de las 4am. No había podido dormir muy bien debido a que me estaba quedando en una casa que no era la mía y acostada en una cama ajena. Bueno, la cena tampoco me había ayudado a conciliar el sueño, pues tengo como costumbre que, a pueblo nuevo que voy, me como mi respectiva "Cachapa de carretera" como les suelo decir, ya que son las mejores. Imagínate tú.

Debo confesar que estaba muy nerviosa. No era para menos, entre los cuentos de mis amigos sobre la caminata, estaban estas perlas: "Hay que echarse bastante vaselina en los pies. A mi el año pasado me salió un ampolla en toda la planta por el roce del zapato, y porque no había usado la suficiente cantidad de vaselina"; "Eso no es nada, yo perdí tres uñas el año pasado y boté un sangrero"; "Hay que llevar bastante comida porque ahí no dan nada"; "Yo agarré una insolación del demonio, por eso me voy a bañar en protector solar"; "Vamos a procurar caminar todos juntos, porque en todo el camino no tendremos señal en los teléfonos y aparte, si nos perdemos no nos vamos a poder encontrar entre la cantidad de gente que va"; "Menos mal que tu mamá nos busca, porque para regresar a Maracay luego de la caminata, hay que echarle"...

Ooookkkk, ¡¿me están diciendo que la mayor parte de mi pie tendrá una ampolla, que se me caerán las uñas de los pies y moriré desangrada a causa de ello, que voy a pasar hambre y sed, que voy a agarrar una insolación, que me voy a perder entre el montón de gente, y de paso, que me van a dejar botada en Ocumare de la Costa pues no tendré señal en el teléfono?! Oh,shhh...t

Intenté mantener la calma, no sin antes haberme gastado el pote de vaselina en ambos pies; haberme comprado caramelos, chocolates y galletas en la panadería donde nos detuvimos a desayunar antes de la caminata; bañarme en protector solar, porque es que a mi el "rojo camarón" no me sienta bien; y por último no perder de vista a mis compañeros. En serio, no los dejé de ver en ningún momento. 

Y comenzó la caminata. 

"Ay que rico, caminar hacia el amanecer y en subida, que le hace bien a mis glúteos... Qué chévere la vibra de la gente... Ay, está empezando a salir el sol, ¡que nota!...Ay que lindos los pajaritos como cantan, están para grabarlos... Que bello todo, bello el paisaje, bella la gente. Me encanta, me encanta... Vamos a tomar una foto...(click)..."


 "Viste que linda me quedó la fooooo... Wait! ¡¡¡¿Y mis amigos?!!!"

Por andar en una de "bello tú, bello el paisaje, bello todo" perdí de vista a mis amigos. Coño, me perdí. Coño no tengo señal. Coño, que peo ¿y ahora? Que cagada. Cooooñooooo, mira por donde vaaaaann... Espeeeeereeenmeeeee.

Logré alcanzarlos y seguimos caminando, pasamos por los primeros puntos de control y nos dieron frutas y agua. "Jum, como que si dan comida. Bueno, igual tengo lleno el porsiacaso, seguro que después no dan nada". Pero a medida que íbamos avanzando, la subida iba pegando, ya no le hacía bien a mis glúteos, al contrario, me dolía tanto el culo que no quería seguir caminando. Hasta que empezamos a bajar.

-Menos mal llegamos a la bajada, vamos a correr para aprovecharla e ir más rápido.
- Si va- dije. Y en seguida me vinieron las palabras del fisiatra "Recuerda que, hasta que no hagas la terapia, prohibido ir al Ávila, o en su defecto, correr por bajadas o subidas muy pronunciadas, pues te dolerán las rodillas". Mejor paso y gano.

Seguí caminando con el único compañero del grupo que quedaba, pero lo noté algo serio. "¿Todo bien?", le pregunté. "Umjú", respondió. Bestia, esto tiene que ser que se molestó porque se tuvo que quedar conmigo caminando, porque es que 'V no puede correr porque tiene rodillas de vieja'. "Oye, si quieres tú también te puedes adelantar, igual esta es la única vía que hay, subiendo o bajando hacia Maracay, cualquier cosa nos veremos por aquí", dije. "Ok", fué lo único que contestó. 

"¿Cuánto faltará para el próximo punto de control?", dijo al cabo de un rato. "Oye, nos quedan como dos kilómetros y medio... ¿estás molesto?". "NO, me estoy CAGANDO. No me cayó bien la cachapa de anoche. Adelántate, yo voy a buscar un monte porque así no puedo caminar". Y así fue como perdí a último de mis compañeros en la caminata.

Me tocó continuar el recorrido sola. Pasé muchísimos kilómetros y puntos de control, comí todo lo que me dijeron que no iban a dar: galletas, té de durazno, agua, mandarinas, cambures, patillas, bocadillos de guayaba y plátano, frutos secos; agarré más sol que una teja; me cambié las medias; me dolían las caderas, la espalda y los pies. ¡OH, LOS PIES! ¡Dios, MIS PIES! Pobrecitos, están calientes, hinchados, adoloridos, y aún falta mucho por caminar.

Finalmente, llegué al último tramo del recorrido que era de arena, tierra y piedra, y que bordeaba un pequeño río. A medida que iba caminando, imaginé muchas veces hacerme a un lado, buscar la piedra más plana y sentarme ahí, sacarme los zapatos y poner a remojar los ñames (porque a esa altura del camino ya dejaron de ser pies). Imaginé también sacarme los zapatos y caminar justo por el rio. Imaginé caminar descalza por la arena. También caminar solo con las medias puestas. Vamos, que lo que quería era dejar los zapatos mal tirados por ahí. NO LOS SOPORTABA.

Igual que tampoco soportaba a aquellas personas que iban delante de mi. E incluso a aquellas que me pasaban por un lado, pues me preguntaba cómo era posible que a ellos no les dolieran los pies y caminaran tan ricamente en lo que considero, era caminar sobre alambres de púas, vidrio, clavos y piezas de Lego.  Todo junto.

















Y seguía caminando mientras me decía que faltaba poco. Al empezar a vislumbrar el camino hacia el pueblo me vinieron una ganas de caminar más rápido. Pero contraria a la energía que sientes de sopetón, esa que te da justo cuando estás a punto de llegar a la meta, lo mio fue una crisis de padre y señor mío. Llegué molesta de ver a tanta gente extraña aglomerada en un mismo lugar, de tener hambre, de tener ganas de cagar (porque a mi también me cayó mal la cachapa de la noche anterior), de tener sueño, de haber agarrado tanto sol, de que me dolieran los pies como me dolían, de no haber tenido necesidad de hacer esa caminata pudiendo estar tan ricamente acostada en mi camita, o en casa con los míos, aquellos que no me pudieron ver llegar a la meta por la lejanía del lugar. Y me sentí perdida. Y me sentí sola. Y empecé a extrañar a mi Caracas. Y eché de menos a mis padres y a mis hermanos. 


Y me eché a llorar como una niña pequeña. Visto desde fuera, parecía la mayor de las devotas llorando frente a San Sebastián. "Que linda la muchacha como llora, seguro vino a pagar una promesa", habrán pensado varias de las personas que allí estaban. Pero no, no lloraba por el esfuerzo realizado, por los dolores que tenía, por mis pies o por el hambre. 

Lloraba porque logré aprender algo valioso: De nada vale llegar a la meta si tuviste que perder a tus amigos en el camino, si tu familia no está apoyándote hasta el final para luego compartir los logros contigo.

Y también aprendi que, no importa la edad que tengas, siempre te va a dar una crisis de "Quiero a mi maaaamaaaaá (y a mi papá también)".